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Por Carlos Santamaría Ochoa
El hecho de que el gobierno federal haya doblado las manos, cedido en las pretensiones de aquellos vividores de la educación disfrazados de maestros, que, a través de actos vandálicos y con toda la impunidad posible hayan delinquido sin castigo en busca de no ser exhibidos en su ignorancia y falta de capacidad pone en riesgo muchas cosas para el país.
Como pocas veces, se vio una manifestación contra una acción gubernamental de parte de asociaciones civiles y grupos ciudadanos que dijeron sentirse agraviados y externaron su inconformidad por la medida, a todas luces, incómoda, porque nos quita el derecho a la certeza de que quienes están a cargo de la educación son capaces de hacerlo.
Hay que ver la manera en que se desempeñan con la formación de nuestros hijos, temas como la ortografía y la gramática, que ya dijo el rector de la UAT Enrique Etienne Pérez Del Río, está por los suelos, y que no han sido capaces quienes tienen a su cargo la formación académica de los muchachos de elevar a niveles ya no positivos, sino mediocremente aceptables.
De todos es sabido que quienes escriben bien es porque tienen hábitos de lectura y más, inculcados en sus hogares, porque en las primarias, a los chicos se les enseña la sumisión académica, es decir: el dictado y la memorización. pareciera que pensar es dañino para el país y no se les permite ser críticos, porque esos estorban a un sistema caduco.
Lo que sí es muy cierto es que falta vocación en esos vividores que se metieron en mala hora de maestros y cobran como tales, que son consentidos por una autoridad que les entrega puntualmente sus cheques cuando su única función es delinquir y protestar por nada congruente.
Cierto, hay quien piensa que son exageraciones, pero la realidad es otra: los muchachos no tienen clases, no tienen buenos maestros y éstos, lejos de prepararse y ser congruentes con a enseñanza, se dedican a protestar para conservar sus privilegios mal habidos y mal recaudados.
Esa es la triste realidad del magisterio mexicano, y urge un cambio de estructura, donde los sindicatos y centrales de trabajadores no sean más cómplices de vagos y holgazanes o delincuentes.
De todos ha sido probado que la llamada CNTE no ha dejado nada bueno al magisterio, y es un buen pretexto para colgarse las siglas, holgazanear y delinquir sin castigo alguno. Eso es, a grandes rasgos.
Pero dicen que no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre, y en ese sentido, es quien manda quien ha permitido que hagan esos abusos. En ese sentido, nosotros nos hemos manifestado por un magisterio congruente con sus postulados y pensamientos, crítico y que enseñe realmente a los estudiantes a pensar, a ser analíticos, a tener bases del conocimiento tan lógicas y primarias que les permitan ser algo mucho más en su vida estudiantil y profesional.
Nadie puede aspirar a algo mayor cuando no sabe escribir con o sin “hache” una palabra.
En ese sentido, hay mucho que hacer en el campo de la educación, y podría comenzarse con la aplicación de evaluaciones en las que se obligue a los que salen mal a prepararse para aprobar las mismas y mantener los parámetros de calidad mínimos que nos permitan tener buenos chicos y alumnos competentes, que es lo menos que merece México.
Tamaulipas no está ajeno a la realidad, aunque afortunadamente no tenemos los problemas de Guerrero o Michoacán, Chiapas, Oaxaca y otros estados donde el delincuente se pasea disfrazado de dirigente magisterial y delinque, desborda todo lo concerniente a la ley, y en aras de una pseudo justicia social exige, roba, rompe y destruye, como lo hacen a diario con la educación y formación de nuestros hijos y nuestros niños y jóvenes.
Como que ya es hora de parar esto, ¿no cree usted?
Comentarios: entrenos@prodigy.net.mx